Paula Briceño über Ihre Zeit in Deutschland:

In meiner Schule haben wir viel über Deutschland gehört. Wir haben seine Geschichte und seine Sprache gelernt. Ich wusste nicht, dass Deutschland so ähnlich wie Chile war, bis ich die Städte gesehen hatte. Es gab nur eine Sache, die neu für mich war - die Weihnachtsmärkte. Jede Stadt roch nach Glühwein und man konnte die Musik von den Weihnachtsmärkten hören. Es war wie in einem Film.

Zuerst haben wir eine Studienreise gemacht. Zwei Wochen, um das ganze Land zu sehen. Es war anstrengend, aber es war der Mühe wert. Jede Stadt war schön: eine mit einem Schloss, eine andere mit einem Dom. Die Zeit verging schnell und ehe wir uns versahen, standen wir auf dem Bahnhof. Wir nahmen einen Zug, der uns zu unserem „neuen“ Zuhause bringen sollte, in dem wir drei Monate wohnen würden.

Am Anfang hatte ich Angst. Ich hatte die Website von Schloss Torgelow gesehen und dachte: „Alle Schülern werden perfekt sein und alle werde über mich lachen, weil ich so schlecht Deutsch spreche.“ Da irrte ich mich. In Schloss Torgelow gab es nicht nur perfekte Schüler und niemand hat gelacht, wenn ich etwas falsch sagte. Es war gar nicht so anders wie in  meiner Schule in Chile.  Am Anfang war es schwer, weil ich nicht alles verstand und ich wusste nicht wohin ich gehen sollte. Erst in der zweiten Woche konnte ich alle Klassenzimmer finden.

In Torgelow habe ich viele nette Menschen kennengelernt. Ich kann sagen, dass ich Freundschaften geschlossen habe in der kurzen Zeit, in der ich hier war. Da war von Heimweh keine Rede. Durch all die Projekte und Aktivitäten hat man einfach nicht daran gedacht. Und wenn man sich schlecht fühlte, gab es immer jemanden, eine Schülerin oder eine Mentorin, die mit einem einfachen „Gute Nacht“ dich lächeln ließ.

En espagnol:

 

Por estar en un colegio Alemán siempre nos han hablado de Alemania. Aprendemos su historia y su idioma. Pero verlo con mis propios ojos fue diferente. Los edificios y casas de diferentes colores y formas, las calles, las tiendas, todo era parecido a Chile, pero al mismo tiempo tan diferente. Lo que sí era algo nuevo,  que adornaba cada ciudad y había pasado meses esperando poder ver eran los Weihnachtsmärkte.

La navidad se podía sentir en el aire. Por las noches las ciudades se llenaban de luces, el olor a Glühwein llenaba las calles y se podía escuchar las risas y la música de los Weihnachtsmärkte. Más que la realidad parecía una película.

Primero hicimos una gira por Alemania. 2 semanas para visitar todos los lugares importantes del país. Muchas horas de viaje que valieron la pena. Cada ciudad tenía algo que la hacía única, cada una hermosa a su manera. Algunas con catedrales, otras con castillos, otras simplemente con casa antiguas. Antes de poder darnos cuenta ya estábamos en la estación de trenes, esperando para irnos a una familia que nos alojaría por los siguientes 3 meses.

Al comienzo tenía algo de miedo por llegar a Schloss Torgelow. Por lo que había visto en internet, era uno de los mejores internados de Alemania y tengo que admitir que creí que llegaría a un internado lleno de gente perfecta que hacía todo bien. Creí que todos se reirían de mi al equivocarme al hablar. Pero estaba equivocada.

Schloss Torgelow no estaba lleno de gente perfecta que hacía todo bien y nadie se rió de mi cuando tuve que pedir por trecera vez que me repitieran la pregunta. Y por lo que pude ver, los alumnos no eran muy diferentes a los niños de otros colegios. De hecho, era bastante parecido a mi colegio en Chile. Al comienzo fue difícil adaptarse a la rutina. Lograr encontrar todas las salas de clases fue algo que logré recién en la segunda semana.

 En Torgelow conocí a mucha gente amable, y hasta podría decir que hice amigos en el poco tiempo que estuve. Fue difícil tener Heimweh. Todos los proyectos a las actividades lograban mantenerte distraído. Y si te sentías triste siempre había alguien que lograba hacerte sentir mejor, ya fuera una alumna o una Mentorin, que con tan solo un “Gute Nacht” lograban sacarte una sonrisa y hacerte sentir parte del colegio.

Paula Briceño